Por Pedro Baracutao
Chocó, con cerca de 550 mil habitantes, es el departamento con mayor pobreza monetaria de Colombia (74,3 % de su población) según el DANE (2020), seguido por La Guajira donde aún se mueren niños de hambre (73,2%). Otro flagelo es el desplazamiento forzado: entre el 2021 y el 2022 hay más de 51 mil desplazados. A través de las 18 alertas tempranas emitidas por la Defensoría y que permanecen activas en la región, se advierte que “420 mil personas están en riesgo de ser victimizadas”.
Además, la mayoría de muertes en la infancia en el Atrato son por enfermedades gástricas asociadas al consumo de agua que no es potable. La paradoja que me duele es que el territorio más rico y biodiverso de Colombia no tiene la posibilidad de que su infancia crezca y florezca en condiciones favorables para el desarrollo de la vida. Cuidar la niñez es sembrar paz. Y salvaguardar el territorio con sus propias comunidades es materializar la consigna de “vivir sabroso” y reconciliados: con la población víctima, con la naturaleza, con nuestra propia historia.
Milton Velázquez, periodista de Riosucio Estéreo, narra que en el lecho del río hay mucho muerto, que la guerra vino con la droga y que la paz es un deseo colectivo, un grito de dignidad:
“Como negros, como indígenas, queremos que haya un respeto dentro del territorio. Para que haya paz se necesita devolver el territorio a la gente, devolverle la vida que han venido haciendo el negro y el indígena en su territorio que ha sido todo para ellos. Aquí, en el Atrato, paz sin territorio no hay. Creo que el negro del Atrato es un negro que piensa, piensa en la paz. La paz se va a dar y yo creo que va a empezar por aquí” (https://www.youtube.com/watch?v=fodOZ4uzOLY&list=PLAqCDDZtecYquxDP7HIrUptiKdNBEs3pp&index=16).
El Chocó tiene la riqueza en todos sus rincones: es la única selva lluviosa tropical continua del Pacífico en Suramérica, por lo que es considerada como una de las zonas más lluviosas del mundo, posee una variedad de ecosistemas propios como manglares, ciénagas, bosques inundables, secos, húmedos y nubosos, y páramo. Es el único departamento de Colombia con costas en los océanos Pacífico y Atlántico y el único departamento limítrofe con Panamá (lo que lo ubica como la mejor esquina de América con potenciales megaproyectos como la autopista Panamericana y el puerto interoceánico). Este territorio lo habitan pueblos indígenas (65 mil personas distribuidas en 8 etnias) y afrodescendientes (285.964 personas).
El Atrato es la autopista natural más grande del Chocó y sus comunidades han padecido el precio de habitar la riqueza con un conflicto armado y disputas territoriales durante varias décadas. En Riosucio se dio el desplazamiento forzado más grande del país fruto de la llamada operación Génesis. El bajo, medio y alto Atrato han arrastrado centenares de cuerpos y el río es impactado directamente por la deforestación y la minería. Este cuerpo de agua necesita que se aplique la sentencia T-622 que lo declara como sujeto de derechos.
Las comunidades negras e indígenas, las verdaderas guardianas de este territorio, necesitan medidas que las protejan, que garanticen su permanencia y, cuando sea el caso, el retorno en condiciones dignas con la posibilidad de restaurar su tejido social y comunitario. Si la paz comienza por el Chocó, como decía el periodista de Riosucio, entonces el programa de gobierno “Colombia potencia mundial de la vida” va en la ruta que es al priorizar este departamento y al litoral pacífico en las políticas surgidas del recién creado Ministerio de la Igualdad.
Como la curul de los pueblos étnicos he venido recorriendo el Chocó biodiverso, las barriadas populares de Quibdó y las comunidades de los ríos Atrato, Arquía, bajo, medio y alto Baudó. Hemos también generado audiencias públicas para discutir la reforma al código minero y frenar la muerte criminal de la juventud en Quibdó; además impulsamos la conectividad vial entre Chocó y el Urabá antioqueño, y entre el Baudó y la salida al Pacífico.
Quiero, en conjunto y con el enorme privilegio de ser una voz pública con capacidad de interpelar al Estado y legislar, impulsar la implementación integral del Capítulo Étnico del Acuerdo de Paz y generar vida digna en el Chocó y en general para el pueblo afrocolombiano y las comunidades excluidas de Colombia que exigieron un cambio en las urnas, tras las luchas populares que fueron escuchadas gracias al silencio de los fusiles y la apertura democrática que traza el Acuerdo Final de Paz para la Construcción de una Paz Estable y Duradera.