Lenin: a 100 años de su fallecimiento

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Por Juan Guillermo Gómez García

El pasado 24 de enero, se cumplieron los 100 años de la muerte del Vladimir Ilich Lenin. La ocasión se pasó, prácticamente, por alto en nuestro país, sumido, como es corriente, en mil pequeños y desgastadores asuntos del día a día. Las organizaciones de izquierda y en general la juventud marxista parecieron dejar de lado esta conmemoración histórica, sin mayores explicaciones.

El futuro Lenin, había nacido el 22 de abril de 1870, en una lejana ciudad internada en el corazón de la vasta estepa rusa, Simbirsk, a unos mil kilómetros de Moscú. Su padre era un químico, inspector del sistema educativo de la región, y su madre, también una mujer culta de origen sueco judío. Lenin crece así en un medio social y familiar de clases medias, si cabe la categoría social, para un régimen político absolutista y en un inmenso imperio donde solo unos años antes se había liberado de la servidumbre a más de veinte millones de campesinos.

Su infancia y adolescencia pueden considerarse como felices, si la desgracia de la muerte súbita del padre y la condena a la pena capital (era parte de un grupo populista terrorista que planeaba asesinar a Alejandro II) de su amado hermano Alejandro, no hubieran ennegrecido esta fase temprana de su vida.

Ingresa Lenin a la Universidad de Kazán a estudiar derecho, sin que, a diferencia del joven Marx, tuviera una vocación académico-profesoral. De la biblioteca lee los tres tomos de El Capital de Marx. Desde muy temprano el clima de radical politización invadía la vida universitaria y el joven Lenin se comprometió tempranamente en ella. En una de sus intervenciones sobre el marxismo, conoce a quien sería su pareja de por vida Nadja Krupskaia.

La experiencia de su persecución política y sus años de encarcelamiento de Siberia van a terminar de definir un carácter decisivo: el del luchador social y el del intelectual en el pleno sentido de la palabra. Su temprana obra cumbre El desarrollo del capitalismo en Rusia marca un alto listón en la comprensión de la honda transformación histórica que había experimentado Rusia desde la liberación de los siervos (con la rápida disolución de la obshina o comunidad campesina) a su presente. Sin ese estudio teórico pionero no se podría entender su trabajo en la praxis partidista y luego como jefe de Estado. Su admiración por Alexandre Herzen, el padre del populismo ruso (de origen aristocrático), nunca declinó.

Los años de exilio, la confrontación con Plejanov (padre del marxismo ruso) y las críticas a los populistas marcaron una agenda incansable, casi por dos décadas. De estas luchas surgen dos importantes libros. ¿Qué hacer?Un paso adelante y dos pasos atrás, determinantes como modelo de la discusión entre estrategia y táctica.   La traición de la bancada Socialdemócrata alemana (1914) en el Reichstag, que vota a favor de los créditos para financiar la guerra impulsada por el Emperador Guillermo II, determinó su ruptura definitiva con el SPD, que había sido guía y ejemplo de todos los marxistas en el mundo. Declara que la Segunda Internacional está muerta.  

El retorno muchos años después del exilio, tras los eventos de la Revolución de febrero de 1917 a la Estación Finlandia en San Petersburgo, está entre los acontecimientos que cambiarían la historia universal. Su folleto “Las tesis de Abril” es la más oportuna señal de un levantamiento popular sin treguas ni dilaciones. La maestría en la conducción del levantamiento popular carece de antecedentes en la historia del socialismo europeo (la última ocasión fue la fallida Comuna parisina de 1871).

Lenin logró con la toma del Palacio de Invierno (25 de octubre de 1917 en el calendario juliano) asestar el golpe más duro inimaginable a la burguesía imperialista europea, transformando decisivamente, hasta hoy, la geopolítica planetaria: poniendo en tela de juicio la hegemonía y el monopolio europeo como único árbitro de la los asuntos globales. Hoy recordamos a Lenin como lector de Marx, analista de las circunstancias coyunturales de Rusia y Europa, infatigable organizador del partido, creador de la III Internacional.

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